A río revuelto, ganancia de pescadores. El dicho popular ilustra el alto voltaje en el que se mueve la coyuntura económica y el orden geopolítico global en el tránsito entre el año del despegue del ciclo económico post-Covid y un 2022, que ejercerá de caja de resonancia de una colisión que parece inevitable: la confrontación entre la Vieja Economía y las fuerzas motrices que impulsan la digitalización y la neutralidad energética. Las aguas rápidas de la COVID-19 han retardado el cambio de paradigma y han hecho emerger una doble crisis, energética y logística, que amenaza con distorsionar carteras de inversión, estrategias corporativas y proyectos verdes, y que podría poner en serio riesgo la consolidación de la recuperación recién inaugurada.
Jeff Currie, estratega jefe de Goldman Sachs, habla desde finales del pasado verano, cuando se enciende la mecha de las tensiones energéticas, de “la revancha de la Vieja Economía”. Se refiere a los “clásicos problemas del sistema de producción fósil”, con capacidad para restablecer episodios del shock exógeno del petróleo como en los 70 del pasado siglo, que se traducen en escaladas del valor del gas y del crudo que han pasado factura al precio de la electricidad. Estos incrementos de los precios energéticos han despertado al fantasma de la inflación y cambiando el paso a los bancos centrales, hasta el punto de volver a poner en la palestra el riesgo de estanflación.
La colisión de modelos que describe Currie ha sido asumida por firmas como la consultora McKinsey. Desde la multinacional se incide en que en 2021 se traspasó un punto de no retorno hacia “la reinvención de la economía del futuro” que, en 2022, debería de obtener carta de naturaleza. La razón es que la COVID-19 “ha reseteado formas de vida, de trabajo y de negocios y ha acelerado la transición hacia la digitalización y la sostenibilidad”.
La revista ‘The Economist’ apunta a una triple crisis: a la energética y a la logística suma la del empleo, en alusión al fenómeno de la ‘Gran Dimisión’, que ha ocasionado más de 9 millones de renuncias a empleos en EEUU y a 1,1 millones en Reino Unido. Según los expertos de la publicación estos tres riesgos cobrarán todavía más protagonismo en 2022, en un clima cambiante con numerosas incertidumbres y sin que la ciencia pueda anticipar el rápido epitafio de la COVID-19.
Las fuerzas transformadoras navegan entre dos aguas. Por un lado, la ruta verde emprendida por Europa, a la que se han unido EEUU y el resto del G-7, además de China y otros emergentes, en la lucha por adelantar las emisiones netas cero y la reducción del calentamiento global, con más innovación y capital intensivo en digitalización. Por otro lado, las que bandean con exceso de demanda y altas expectativas de consumo online, en ecosistemas de negocios virtuales y e-commerce como bandera del gasto de unos hogares. Solo por tener un dato, el pasado verano en EEUU se superó en un 7% los niveles consumo de los hogares previos a la pandemia, en gran medida, por los generosos estímulos fiscales de la Casa Blanca, de más de 5 billones de dólares; casi la mitad de los 10,4 billones que las autoridades del planeta pusieron a disposición de familias y empresas.
Riesgos latentes en 2022
La epidemia seguirá rigiendo los designios económicos y geopolíticos del próximo año. Ómicron ya ha provocado confinamientos. El control de las variantes, al margen de su grado de gravedad y de contagio, será determinante para que se certifique una recomposición del consumo global. Según ‘Bloomberg Economics’ este dato de gasto crecerá en una banda entre el 4,7% al 5,1%. Pero si las variantes del virus vuelven a imponer los encierros se retraería el dinamismo de potencias industrializadas y mercados emergentes. Este escenario contraería la demanda y tensaría y prolongaría el cuello de botella del comercio, restringiría los mercados laborales y perpetuaría la crisis logística. Se frenaría la consolidación del ciclo de negocios post-Covid.
La crisis sanitaria también podría alterar la hoja de ruta de la inflación. El IPC estadounidense va a terminar 2021 rozando la cota del 7%. Pero, otro año más, el consenso espera que se sitúe en posiciones próximas al 2% en 2022, dentro de los límites otorgados a la Reserva Federal. Aunque con una salvedad notable: si ómicron acentúa la crisis sanitaria creará alteraciones laborales en materia de salarios y más renuncias a puestos de trabajo, explican en ‘Bloomberg’. El virus seguirá siendo el punto neurálgico.
Ante las posibles turbulencias, la Fed (el banco central de EEUU) ya ha anunciado estar en predisposición de seguir la estela del Banco de Inglaterra y de subir tres veces los tipos de interés en 2022, empezando la ruta alcista desde marzo. Los incrementos de tipos de la Fed podrían precipitar un aterrizaje brusco de los PIB de los mercados emergentes, con retiradas de capital de sus plazas bursátiles y alta tensión en el valor de sus monedas. Como ocurrió en 2013 y 2018 con Argentina, Sudáfrica o Turquía, que ya han empezado a emitir señales de alarma. Brasil y Egipto también se encuentran en el disparadero y la terna de Arabia Saudí, Rusia y Taiwán tienen graves problemas de deuda o de déficit fiscal. China sigue sin resolver la quiebra de Evergrande ni el calentamiento de sus sectores inmobiliario y financiero, además de tener su economía en ralentización.
Europa, ante una nueva encrucijada
Mientras, Europa permanece a la espera de activar todos los cilindros de su motor económico, el de mayor déficit de potencia del mundo industrializado, con cumbres borrascosas en el orden político. “Si el euroescepticismo arraiga de nuevo en el bloque, los bonos europeos se deprimirán y el BCE tendrá que acudir de nuevo a un rescate de la crisis política”, anticipan los expertos de ‘Bloomberg’.
Dentro de los riesgos están los nuevos impactos del Brexit, con renegociaciones del acuerdo de divorcio y renovadas dosis de incertidumbre inversor y empresarial, que pueden impulsar la inflación y los aranceles. Además, Europa entra en un ejercicio en el que se deberán diseñar ya los primeros planes de consolidación presupuestaria que exigirán un ajuste cinco veces más intenso que el de la etapa de austeridad de 2008, auguran en UBS, para retornar a un déficit por debajo del 3% del PIB.
En ‘Bloomberg’ añaden además las tensiones con un posible conflicto armado entre Rusia y Ucrania como potenciales detonantes de nuevas escaladas de precios del gas. También emitirán “signos de inestabilidad” países como Sudán, Yemen, Líbano o Egipto –en manifestaciones que recordarían las Primaveras Árabes, pero con un mayor trasfondo económico–. Además, no se podrá olvidar el conflicto latente entre China y Taiwán, con sus tentáculos y ramificaciones hacia EEUU.
Para finalizar, Erik Peterson, de la consultora Kearney y director del Global Business Policy Council, apunta también a riesgos geopolíticos y económicos sobre materias primas como el litio y las obstrucciones logístico-comerciales que impide cubrir la demanda global de chips, semiconductores y otros bienes manufacturados.