La guerra en Ucrania ya se nota en nuestros bolsillos. Cuando parecía que la recuperación iba encaminada, con niveles de creación de empleo históricos y la economía española creciendo a buen ritmo, el conflicto bélico promovido por Rusia y la escalada de sanciones internacionales lo ha eclipsado todo, agravando una espiral inflacionista en ciernes desde hace ya meses y sustentada por unos precios energéticos nunca antes vistos. En tan solo un mes, la electricidad, el gas y la gasolina se han disparado, lo que unido a la escasez de productos procedentes de Ucrania y Rusia, claves para el funcionamiento de la industria, han provocado paros de sectores, desabastecimiento y millones de euros en pérdidas.
Y lo peor podría estar por llegar. Todo dependerá de la duración del conflicto y de las medidas que se pongan en marcha para frenar la situación. De momento, los líderes europeos se reúnen este jueves y viernes en una cumbre determinante no solo para los Veintisiete, sino también para España. El Gobierno fía toda su suerte al paquete de medidas que articule la Unión Europea (UE), pues de ello dependerá el plan de choque que presentará el próximo 29 de marzo para aliviar el descontento de la calle. De momento, y a la espera de las mismas, cuando se cumple un mes del inicio de la invasión rusa a Ucrania, estos han sido sus primeros efectos:
Primera derivada económica de la guerra: el alza de la inflación
Hace un año, la tasa de variación anual del Índice de Precios al Consumo (IPC) se situó en el 0 % y, ahora, ha cerrado febrero con un repunte del 7,6 %, su nivel más alto en 35 años. En los últimos doce meses, se ha incrementado la luz un 80 %, la gasolina el 52 %, el butano el 30 % y la alimentación, clave en todos los hogares, un 5,6 %. En el último mes, coincidiendo con el estallido de la guerra, el incremento ha sido de un punto y medio, siendo precisamente la electricidad, la gasolina y los alimentos los componentes del índice que mayor peso han tenido en este repunte.
Y es que Rusia es el tercer productor de petróleo, el segundo en gas y, además, se encuentra entre los cinco productores principales de metales como el acero, el níquel o el aluminio, básicos en la mayoría de industrias.
las protestas están provocando a su vez cuantiosas pérdidas económicas a lo largo de todo el tejido productivo. Los representantes de Cooperativas Agro-Alimentarias, de la industria -FIAB y Aecoc-, las patronales de distribución -Anged, Asedas y Aces- y Hostelería de España han reconocido que el paro de los transportistas ha provocado problemas de abastecimiento y que una vez se desconvoque aún se tardará días en volver a la normalidad. Y han puesto cifras a ese agujero: 130 millones cada día. Además, unos 100.000 puestos de trabajo corren peligro.
Las cosas no están mejor en la construcción. Al alto precio de las materias primas, hay que añadir que empiezan a faltar materiales clave como el hormigón, lo que les puede obligar a parar también. Y tampoco se libra el campo: el paro de los transportistas ha provocado que algunos ganaderos hayan tenido que tirar la leche que almacenaban por no poder enviarla a los supermercados y han acelerado la subida de siete céntimos por litro de leche para los granjeros. Esto ha “abocado” a la industria láctea a suspender su actividad hasta que el paro cese.
No se han tomado, sin embargo, medidas para suplir este déficit en las empresas conserveras, que se abastecen principalmente del aceite de girasol producido en Ucrania para elaborar sus alimentos. Ni tampoco en los supermercados: algunas grandes cadenas han empezado a racionar la venta de productos como el aceite de girasol o la harina, después de que los consumidores hayan hecho acopio de este producto, ante el riesgo de desabastecimiento. Esto se ha traducido a su vez en un aumento de precios.
(Fuente: RTVE)